Ayer regresamos después de pasar un fin de semana en Dénia con amigos. Fueron apenas dos días pero parecían cuatro. Aunque el weekend anterior también pude desconectar en Málaga, ésta vez fue distinto ya que no había estado antes en Valencia. Siempre se me queda la misma sensación – el de haber visto tan poco, pero bastante en el poco tiempo que estuvimos allí. Una pizca de Jávea nos bastó para convencernos de que es un sitio para volver. La casa donde nos quedamos quedaba casí a la cintura del Montgó, o al menos eso parecía. Es impresionante porque es enorme pero a la vez transmite mucha serenidad – teniendo el mar en frente, no me sorprende.
Espero poder ir con más tiempo, la próxima vez – y con las mismas personas porqué son cómo dos ángeles que te llenan de motivación. Sería espectacular poder llegar hasta arriba, donde a cierta altura, se puede divisar Ibiza.
Los amigos con quien nos quedamos eran encantadores. Originarios de Suriname y viviendo en Holanda, lo pasan tres veces mejor, cuando vienen a sitios como España. No sólo el clima, pero la comida, el vino, el mar, las personas que te miran a los ojos cuando hablan, son cosas poco predominantes en otras culturas o países. De ahí que me identifique mucho más con los países del sur, o para ser mas justa, debo decir, con la parte sur de todos los países.
En el sur y en la costa, la magia se contagia. ¿Y qué es magia? Para mí, en esta ocasión, fue en el coche durante el camino de vuelta, en un cielo infinitamente hundido de estrellas, habiendo visto la sombra de la tierra dibujando la forma de la luna y cómo el sol usa a la luna como espejo, reflejándo su luz. Pero magia puede ser mucho más…
Savita 